José Ignacio López Alonso, por Kurt Schleicher


La verdad es que me ofrecí para escribir la semblanza de Jose Ignacio porque le recordaba bien de la última parte de nuestro bachillerato (superior), bien es verdad que se incorporó en 5º con nosotros y antes no hubo, pues, oportunidades para ello.


Recuerdo como si hubiera sido ayer los ratos que pasamos juntos con ocasión de desarrollar al alimón un trabajo de Ciencias que nos encargó Tomás Alvira en Preu para la UNESCO (ver la foto).- Aquél trabajo era un reto, alguien –Alvira-  confió en nosotros (también colaboró Pablo Recio) y ¡había que hacerlo bien, costara lo que costase!  Los tres hacíamos de todo, aunque Jose Ignacio se quedó con la redacción al tener una bonita letra (entonces no había PC´s, claro).-Cuando se hace un trabajo entre varios, siempre suele haber problemas, por diferente ritmo, opiniones diversas o por lo que sea. Con Jose Ignacio no; simplemente se arremangó, puso su cuerpo y alma en el asunto y  aquello quedó la mar de bien.- Me encantó la forma en que colaboramos; el que Jose Ignacio pusiera ahí su cuerpo y alma significaba mucho más que con cualquier otro, pues si su cuerpo era grande, su alma era enorme; ¡le rebosaba! Siempre sonriente, de bien humor, animado… ¡así es fácil que nos saliera tan bien! En fin, que era una delicia compartir ratos con él.- Lamentablemente, no tuvimos ocasión de conocernos mejor, pues poco después ya llegó el examen ése de madurez y de repente nos dispersamos todos y cada uno empezó una nueva vida.


48 años más tarde me entero un buen día (de bueno no tiene nada) por Manolo Rincón que Jose Ignacio estaba entre los fallecidos.- Sentí una punzada en lo más hondo; ¡no hay derecho! ¡Personas así no debieran desaparecer y menos como se fué él, tan brusca y sorpresivamente! En estos casos me cojo un cabreo descomunal; no lo puedo evitar.- En fin, que me ofrecí a escribir su semblanza, pero el problema es que poco más podía decir; necesitaba algo de ayuda.- Gracias de nuevo a Manolo acabamos de estar con su mujer Mercedes y con su hija (¡cómo se parece a él!), que nos invitó amablemente a su casa y nos hemos tirado una emotiva tarde hablando de Jose.-  Adelanto que si el Jose Ignacio de los 17 años ya tenía un corazón como la copa de un pino dentro de su corpachón, el Jose Ignacio “de después” que he ido vislumbrando durante esta conversación, me ha dejado aún mucho más impresionado.- Hay unos tópicos  asociados a cuando se escribe la semblanza de alguien fallecido, ya sabéis, qué bueno era, etc., etc.; aquí no es un tópico en absoluto, es algo que se decanta solo, ¡Jose Ignacio es que era la bondad personificada con mayúsculas!  Ahora vais a ver porqué. 


Jose Ignacio vió la primera luz en un pequeño pueblecito de Valladolid, Pozal de Gallinas.- El nombre ya lo dice todo: encanto rústico,  naturaleza y sencillez. ¡Cómo le gustaba a Jose su pueblo! Para él, su mundo, su prioridad nº 1, era su familia, sus conversaciones con su abuelo, los ratos con los amigos e impregnarse con los aperos de labranza a su alrededor.- “¡El  caballo –Cascajo-  de mi abuelo nació el mismo día que yo!” – decía orgulloso.   Así se sentía feliz, sencillamente así.- Siempre estaba en primera fila, regalando y repartiendo alegría a los demás con su tremenda humanidad (dicho sea en todos los sentidos) y su pertinaz buen humor.- Y era constante en sus querencias; todos los años, pero que todos los años, desde pequeño y hasta los jóvenes 55 años en que nos dejó, todos los ocho de Septiembre, en las fiestas del pueblo, era el que llevaba en volandas a la Virgen (sí, porque aunque había más porteadores, al ser más bajitos, seguro que la mayor parte del peso lo llevaba él). 


Sus años de colegial los pasó primero en la Escolanía de los Jesuitas, en Madrid.- Allí estaba bien visto cantar, pero eso era una de la pocas cosas que no iban con él.- En consecuencia, le pusieron de monaguillo “eterno”, donde coincidió precisamente con un cura de gran personalidad y también de físico “imponente”:  ¡nada menos que un tal Padre Granda!.- Debía ser predestinación; el caso es que se debieron de caer bien (aunque el cura  Granda le imponía cierto temor) y fue él precisamente quien se lo trajo al Ramiro con todos nosotros a los 14 años.  Se cuenta que en una ocasión, Granda le castigó a no comerse el bocadillo, castigo muy duro para él, que seguro que le gustaba el buen yantar; al cabo de varias horas de ayuno, le llamaron para la misa, se vistió de monaguillo y cuando estaban en medio del silencio de la oración, le vino la flojera… ¡y se desmayó! Parece ser que  Granda ya no volvió a imponerle estos crueles castigos… No se podrá quejar, pues uno de los libros que Jose guardó con más cariño era el “Libro del ejercitante”, manoseado y desgastado por el extenso uso que hizo de él.


Ya en el Ramiro, en quinto curso, donde llegó acompañado de Troyano que seguía un camino paralelo, tuvo oportunidad dada su estatura de jugar al baloncesto, el deporte rey allí, por supuesto, deporte que no dejó hasta muy tarde.- Sus otras aficiones eran la bicicleta (como no tenía el menor sentido del ridículo, era capaz de ponerse el maillot de rey de la montaña con sus globitos rojos y pantalón corto sobre sus más de 100 kilos de pura humanidad  y darse un garbeo por donde fuera), leer sin parar – sus 2000 libros siguen ahí, todos cuidadosamente sellados con su nombre- y los toros (debo decir que no he visto ninguna foto vestido de torero, pero no me hubiera extrañado nada).- Pero sobre todo, aparte de su honda querencia familiar, su mayor afición eran sus amigos.


Después de pasar sin problemas el examen de madurez, decidió estudiar Ingeniera Industrial.- Como no andaba muy sobrado de dinero, no tuvo más remedio que dedicarse a dar clases para pagarse los estudios; en lugar de constituir esto un trauma para él, le cogió el gustillo a lo de dar clases a niños como ayuda extra de recuperación y después, cuando ya no le era necesario impartirlas por motivos económicos, sencillamente lo hacía para ayudar.- Y lo continuó haciendo muchos años más, siempre.- Su enorme corazón le impelía a hacerlo, pues era una forma de DAR.- 


Y como todo hijo de vecino, cuando terminó la carrera se casó en 1975 con su novia Mercedes y fundó una familia, su mayor placer y afición.-


Como ingeniero industrial estuvo llevando temas de aire acondicionado primero y después en varias empresas de gas.


En sus ratos libres también le gustaba el billar y jugar con los amigos; siempre era el que ganaba y le encantaba enseñar las jugadas más complejas a los demás.


Mantuvo contacto con un grupo del Ramiro de la promo 64 todos los años posteriores y en particular con Felix Peiro, Rafael Bobo, Miguel Bragado y “Tete” Muñoz Cobos, además de Juan Luis y Jose Luis Plata, así como Javier González Juliá  y otros.- Por cierto, cuando lean esto, cualquier comentario que enriquezca esta semblanza será bienvenido.


Jose Ignacio: sencillo, generoso, familiar, amigo de sus amigos, amante de la naturaleza (se conocía todos los nombres de pájaros y árboles con los que se cruzaba), amante de su pueblo, de su terruño y en definitiva, de sus ancestros… 


Y este tremendo Jose Ignacio, en un malhadado día 15 de Julio del 2002, precisamente cuando volvía de un apartamento que habían acabado de comprar en la costa y en el que quería continuar compartiendo momentos felices con sus allegados, en un brevísimo instante, dejó su vida en la carretera y su alma rebosante inundó los cielos.


Nunca entenderé por qué pasan estas cosas; en los momentos mejores, cuando nuevos horizontes se presentan, las mejores personas se nos van.


Jose Ignacio era un hombre FELIZ, hondamente feliz.- Había sabido serlo él y se lo infundió a todos los que estaban cerca. Solía decir:


-          “Todo es para bien”…
-          “Todas las monedas tienen su cara y su cruz; todo se resuelve fácil, basta ponerlas siempre de cara”…


Para terminar, una reflexión.-  


Le pregunté a su mujer y su hija sobre las aspiraciones que tenía en la vida, especialmente enfocando a los años después de la jubilación, que desgraciadamente nunca llegó a disfrutar; lo normal – o lo que yo esperaba que me dijeran- era, qué sé yo, leer, pintar, verse con los amigos que tanto quería, disfrutar de más tiempo con su familia y cosas similares.- Pues no.


Lo que le ilusionaba a Jose Ignacio para sus venideros años de jubilado realmente era dedicarse a fondo a la ONG de la que ya era partícipe y ocupar su tiempo sobrante dedicándoselo A LOS DEMÁS.-  Sencillamente y nada menos que eso.


Vaya lección. Digno de él y de su carácter, que ya intuí yo en los lejanos años de Preu. Y más injusto aún que no haya tenido ocasión de ello. ¿A quién de nosotros –jubilados o casi jubilados- se nos ha pasado esto por la cabeza como actividad prioritaria y casi exclusiva para estos años? A muy pocos, seguro. 


Y eso le honra aún más a Jose Ignacio como persona.- 


Descanse en paz ese hombre bueno.


KS, 21 Abril 2012
Mercedes, su hija Ana, y Manolo Rincón
Mercedes, Manolo y Kurt












Pablo Recio, Kurt, Jose Ignacio Lopez Alonso, Vicente Ramos, Gonzalo Sevilla, J. Luis Gzlez. Quirós, Gonzalo Echagüe, Paco Acosta y Javier Gzlez. Juliá

3 comentarios:

  1. La semblanza, a la altura de la calidad humana de José Ignacio. Muchas gracias Kurt y Manolo.
    A Ana y Mercedes, nuestro cariño más sincero con un beso.

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  2. José Ignacio, durante 5º y 6º, en las asignaturas comunes, se sentaba detrás de mí y, con frecuencia, me lanzaba alguna frase para provocarme, siempre como broma, pues su cara era, sin duda, espejo de su alma. Dada su empatía con Troyano y con Emilio de las Sías, en ocasiones, charlé con ellos y compartimos algunas vivencias.

    Recuerdo especialmente, -tú me contaste después el susto que te di- una de tus bromas, en plena clase de Ciencias con el Sr. Ibarra; me habías ‘insultado’; me volví a ti con los ojos en blanco; reaccionaste cortando la explicación del profesor para avisar lo que sucedía -soy epiléptico-. Con esa rapidez, lograste que aquel episodio se quedase en uno más de mi enfermedad. Gracias y perdón por el mal trago que te hice pasar.
    Cuando me incorporé hace poco al grupo de nuestra promoción, me enteré de que ya estás en lo Alto; se me puso un nudo en el estómago y sentí pena de no poder darte un abrazo por el reencuentro y, sobre todo, por aquel gesto.
    Te sigo viendo como en la foto del Círculo Castiglione y te aseguro que no te olvido. De personas BUENAS como tú es IMPOSIBLE y aún estás presente en Mercedes y en Ana. Te ruego que seas inmensamente feliz.

    Rafael Gª-Fojeda, 29 Abril 2012

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  3. Acabo de entrar por 1ª vez en el blog y me he ido directamente a la semblanza de José Ignacio, así que Vicente y Manolo perdonadme, pero desobedezco el hacer lo 1º la emblanza de Carlos, y paso a comentaros algún detalle del gordo, el oso yogui, y apelativos así que le poníamos y llevaba muy dignamente, hasta orgullosamente diría yo.
    Os aseguro que mi amistad con Jose Ignacio es uno de los orgullos personales que ostento, aunque Félix Peiro es el 1º en la lista de sus amigos.
    Jose Ignacio fué mi primer jefe, en una empresa instaladora de Aire Acondicionado, siempre atento a lo personal por encima de rendimientos, ratios y quedar bien. Cuando falleció, Mercedes me preguntó qué tal jefe había sido y le dije que el mejor. Arrepentido, años mas tarde le dije que como jefe había sido una mierda, porque los jefes no deben actuar por el corazón, y él no podía ctuar de otra forma.
    Era un gran aficionado a los toros, y cuando iba con él le tomaba el pelo diciéndole que cuándo salía el árbitro, a lo que me contestaba que tenía que ir mas para distinguir el verdadero arte.
    En fin, era absolutamente sencillo, en su vida, planteamientos y actuaciones, y coherente hasta el final.
    Kurt, gracias por tu trabajo y un abrazo a todos.
    No se cómo se pone quien soy, pero soy Bartolomé.

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