Jose,
como lo llamábamos cuando nos empezamos a tratar, por vivir muy cerca,
el vivía en Lope de Rueda 3 y yo en O´Donnell 8, vecindad que conducía a que además en los años de la Prepa y
primeros del bachillerato coincidiéramos en el autobús del colegio, era un tío
simplemente encantador hijo de unos padres adorables, que habían pasado lo suyo
después de la guerra y que no obstante, supieron crear un ambiente familiar
envidiable.
No se si era porque lo aprendía de su
hermano mayor, Fernando, simpatiquísimo, buena persona y exjugador del Estu (aunque
había perdido una mano en un accidente a la puerta del Ramiro), que ya conducía
un Renault 4-4 y que no pocas veces nos llevaba al colegio, cuando empezamos a
utilizar el transporte publico, o por su personalidad arrolladora e inquieta,
la verdad es que Jose sabia un montón de muchas cosas y tenia siempre un
criterio claro de lo que había que hacer.
No era lo que pudiéramos calificar como
un líder en aquellos tiempos y a esa edad, pero lo cierto es que al menos yo,
me acuerdo de escucharle siempre y hacerle caso en muchas ocasiones.
Fuimos íntimos amigos desde el primer
momento, nuestros padres se hicieron amigos y compartimos muchas cosas y
experiencias como ir juntos a aquellos campamentos de verano en Alicante, o con
la OJE en Navacerrada. Asiduo veraneante de La Granja de San Ildefonso, con sus
padres primero y luego con su mujer, me introdujo en esa sociedad cerradísima
lo que fue muy importante para mi, pues ahora casi es mi domicilio habitual.
Cuando a mi me dió por aprender a jugar a
baloncesto cuando estábamos en tercero de bachiller (antes, curiosamente y a
pesar de tenerlo presente por todos lados nunca me había interesado como
deporte), Jose con gran paciencia me enseñó partiendo de los conceptos mas básicos,
por ejemplo dibujando con tiza en el suelo la posición de los pies paro no
hacer pasos en las entradas a canasta. Nunca me olvidaré de ello y de su
generosidad, al continuar ayudándome cuando un año y poco después, coincidiendo
con un estirón tremendo que dí, empecé a destacar en infantiles donde él era
desde hacia tiempo un jugador consolidado.
Jose fue siempre un hombre muy
competitivo, pero sabia combinar muy bien este instinto, con su lealtad y
sentido de la amistad. En nuestro grupo de amigos de las salidas con chicas y
los guateques, en aquel tiempo casi todos pertenecíamos a esta magnifica promoción
del 64: Vicente Ramos, Michel Bufalá, Emilio Redondo, Alberto Alcalde, Miguel
Ibáñez….etc., nos gustaban a los dos las mismas chicas, o mas bien, cuando me
gustaba alguna a mi, enseguida a Jose le gustaba también y aunque lo pasaba mal
a veces, nunca lo manifestó ni nunca tuvimos un altercado por ello. Era un romántico
empedernido y muy enamoradizo lo que le hizo sufrir a veces, pero siempre tuvo
su corazón vivo.
Al comenzar la Universidad continuamos viéndonos,
sobre todo alrededor del Basquet. Jose estudió Arquitectura y me consta que fué
un profesional serio y trabajador, siendo el autor de muchos proyectos tanto
privados como públicos, pues trabajo durante algún tiempo en la Administración,
uno de ellos que me impresiono fue la reforma del edificio que es hoy la
galería Thysen en la Castellana.
A mi vuelta de mi primera estancia en
USA, retomamos nuestra amistad y vivió y me ayudó mucho en mi relación con la
madre de mi hija Bibiana, de la que me separé declarándose nulo el matrimonio
posteriormente. Jose, o mejor Ignacio, que es como le gustaba que le llamaran
entonces, fue elemento clave en que Chiruca y yo nos tratáramos
civilizadamente, incluso nos continuáramos queriendo. También conoció y trato a
mi mujer Malú (ya fallecida), que junto con Pilar, su mujer vivimos momentos
muy agradables.
A Ignacio le gustaba vivir la vida
intensamente, incluidos los placeres lícitos de los que todos gustamos.
Desafortunadamente su naturaleza no asimiló bien uno de ellos. Descanse en paz.
Pablo de Bergia, su amigo.
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